Donde la vida ocurre a pie… y sin prisas

Vivir en la calle Magallanes es despertarte cada mañana sabiendo que todo lo que necesitas está cerca. Es bajar a por el pan, llevar a los niños al cole, acercarte andando al trabajo o quedar a tomar un café sin depender de nada más que de tus ganas. Porque estás en el centro de Santander, sí, pero en uno de esos rincones tranquilos, llanos, cómodos… donde todo fluye.

El edificio, del año 1989, se mantiene impecable, con ascensor y ese aire cuidado que da confianza. Al entrar en la vivienda, te recibe un hall amplio, como si te invitara a tomarte tu tiempo. A la derecha, el salón —con ese sol del sur que entra sin pedir permiso— te abraza. Tiene salida a un pequeño balcón, ese tipo de espacio que uno no sabe cuánto va a disfrutar hasta que lo tiene: una silla, un libro, la brisa.

La cocina, independiente y funcional, está lista para seguir acompañando rutinas o para transformarse en algo más personal con muy poco. Y cruzando el pasillo, la zona de noche: tres habitaciones llenas de posibilidades, un baño y un aseo. Todo bien distribuido, con suelos de parquet y ventanas de madera que conservan el carácter de los hogares de verdad.

Es un piso que no necesita que lo imagines perfecto, porque ya lo es en lo esencial: ubicación, estructura, orientación y potencial. Solo falta que alguien lo mire con ojos nuevos y lo haga suyo.

Si llevas tiempo buscando ese lugar desde el que empezar de nuevo, crecer, o simplemente vivir con más calma, este puede ser el momento. Y este, tu lugar.

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